COVID-19: Impacto sobre las balanzas fiscales y la deuda pública en 10 años

04 mayo 2020

Monthly House View - Mayo 2020 - Descargue un extracto aquí

Cada vez surgen más preguntas sobre el aumento significativo de las decisiones de política fiscal y monetaria diseñadas para limitar las consecuencias económicas de la COVID-19: ¿Son medidas de carácter temporal? ¿Cuál será su impacto sobre las balanzas fiscales y la deuda pública en la próxima década? ¿Es el fin de la globalización?

La magnitud de las medidas refleja el impacto significativo del confinamiento sobre nuestra economía. También resulta espectacular observar que después de cuatro décadas de relajación de las regulaciones y de las intervenciones económicas y sociales del Estado, solo se ha tardado un mes en poner en marcha importantes medidas de protección para los particulares y las empresas.

Más allá de la magnitud de la respuesta política, la similitud entre los conceptos y las palabras de hoy, y los discursos de la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y sus secuelas nos lleva a pensar que podemos estar experimentando un giro más estructural que temporal en las políticas económicas.

De hecho, si los Gobiernos necesitan rescatar a las compañías aéreas, energéticas o automovilísticas doce años después de haber rescatado a los bancos, es una señal de que los Estados no están muy convencidos de que los ciclos económicos tengan una función de reaseguro permanente. Además, si los Gobiernos van inyectar dinero para los desempleados o las empresas con el fin de evitar el desempleo, volvemos de hecho al estado de bienestar. Aunque no saldrá a coste cero. A los ojos de la opinión pública, sería difícil justificar que las empresas recompren sus propias acciones y apalanquen su balance en la fase expansiva, y después pidan ayuda al Estado en las fases recesivas. Por lo tanto, debemos trabajar con el supuesto de que las rentabilidades pueden disminuir, ya sea por medio de una mayor austeridad en las recompras y los dividendos, o por un aumento de los impuestos.

Obviamente, aumentará la polarización entre empresas y sectores, y las empresas tecnológicas serán las ganadoras de esta crisis, tal como se refleja en sus recientes resultados. Por el contrario, podría cuestionarse si la adopción del teletrabajo plantea preguntas sobre el valor del espacio de oficina en el centro de la ciudad.

El problema que surge después es cómo financiarán los Estados su deuda. Hoy en día, es prácticamente imposible aumentar los impuestos, ni política ni económicamente. Sin embargo, desde el punto de vista aritmético, parece probable que haya un aumento de los impuestos en la próxima década. Dado que los países seguirán compitiendo para atraer a las empresas, también es probable que el impuesto de sociedades se mantenga en un nivel reducido. Así que, obviamente, existe el riesgo de que los hogares sean gravados con más impuestos y el IVA es, por lo general, la forma más fácil. No obstante, en un mundo de crecientes desigualdades sociales y problemas por el cambio climático, algunos Gobiernos podrían verse tentados a resolver esta ecuación con un impuesto sobre el carbono.

Más allá de la magnitud del estímulo fiscal, llama la atención la idea cada vez más extendida de que la soberanía de un país también radica en su capacidad de producir internamente los bienes esenciales para cubrir las necesidades básicas de su población, incluidos los alimentos, las vacunas y los medicamentos, y los dispositivos de atención sanitaria. Todo ello podría provocar ciertos cambios en las ventajas percibidas de la globalización dentro del debate político de las próximas elecciones.

La vida y las inversiones después del COVID-19 pueden ser muy diferentes, lo que no debe ser necesariamente una mala noticia, después de todo.

 

Monthly House View, 24/04/2020 - Extracto del Editorial

04 mayo 2020

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